Adaptado de: https://www.betania.es
TAN CERCA Y TAN LEJOS, SEÑOR
En el cielo, pero sin olvidar lo que dejaste en la tierra
Al hombre, que a veces te sigue pero se pierde
al mundo, que viniendo de tus manos, dice vivir sin Ti.
TAN CERCA Y TAN LEJOS, SEÑOR
En la mano que se abre, porque sabe que es mano tuya
y en el corazón que se cierra
porque hace tiempo que olvidó o no sabe ya amarte
En los labios que, pronunciando tu nombre,
consiguen que los ojos brillen de emoción
y en los pies que, por ser exigentes tus caminos,
decidieron desertar y desviarse hacia otros destinos
TAN CERCA Y TAN LEJOS, SEÑOR
En el paladar que, con veneración recibe tu Cuerpo
y en el lama del que, sabiéndose pequeño,
se siente inmensamente grande cuando entras en ella
En el pensamiento, cuando sólo en Ti piensa
o en la mente que se siente iluminada por tu presencia
TAN CERCA Y TAN LEJOS, SEÑOR
Hoy, cuando divisas nuestras calles y nuestras plazas,
cuando ves nuestras miserias y nuestra fiesta
nuestra pobreza y nuestra crisis económica y moral
te sentimos, Señor, cerca y lejos a la vez.
Cerca, cuando a Ti confiamos nuestro futuro
y, lejos, cuando nos empeñamos
en desterrarte de lo inmediato
Cerca, cuando en Ti ponemos nuestras esperanzas
y, lejos, cuando nos sentimos señores de la existencia
Cerca, cuando a Ti sólo adoramos y cantamos
lejos, cuando nos postramos ante otros dioses y amos
Cerca, cuando miramos al cielo buscando respuestas
lejos, cuando clavamos los ojos en la efímera tierra
¡TAN CERCA Y TAN LEJOS, SEÑOR!
No dejes, con tu Cuerpo y con tu Sangre
de alimentar los huesos y las venas de nuestro mundo
No dejes, con tu Palabra, de animar nuestro decaimiento
No dejes, con tu mirada, de guiar nuestros pasos inciertos
No dejes, con tu mano, de sacarnos de tanta incertidumbre
¡Nos haces falta tanto, Señor!
Hoy, porque queremos tu Bendición, Santa y Eterna
te hemos sacado del templo donde tu gloria habita
Para que tiñas con la esperanza a este pueblo que te ama
para que pongas futuro allá donde todo parece fracaso
para que siembres en nosotros testimonio y valentía
para que nos hagas ser custodias de carne y corazón
para que, hoy que te dignas pisar nuestras calles de cemento,
nos ayudes a buscar y nunca perder
aquellas otras que conducen hacia la Ciudad del Cielo
¡Gracias, Señor, por tu presencia!
¡Gracias, Señor, por tu inmenso amor!
¡Gracias, Señor, por tu pan multiplicado!
¡Gracias, Señor, por tu entrega sin tregua!
¡Gracias, Señor, por llamarnos al amor con tu AMOR!