En aquellos días, el Señor se dirigió a Ajaz para decirle: "Pide al Señor, tu Dios, una señal, aunque sea en las profundidades del lugar oscuro, o en las alturas del cielo". Respondió Ajaz: "No la pediré, porque no quiero poner a prueba al Señor". Entonces Isaías dijo: "¡Oigan, herederos de David! ¿No les basta molestar a todos, que también quieren cansar a mi Dios? El Señor, pues, les dará esta señal: la Virgen está embarazada, y da a luz un hijo varón a quien le pone el nombre de Emmanuel" (que significa- Dios con nosotros).
Palabra de Dios.
Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
Estamos finalizando el Adviento en estos días, alegres porque llega la Navidad. En la primera semana se nos invitaba a estar despiertos y vigilantes; en la segunda, la figura de Juan el Bautista nos llamaba a preparar el camino del Señor y convertirnos. En la tercera semana: estar alegres porque viene pronto el Sol de Justicia a salvarnos. En esta cuarta semana nos invita Dios a mirar a María, de ella viene el Emmanuel (Dios con nosotros), como vemos en la lectura del profeta Isaías (7, 10-14) y en el Evangelio de Mateo (1,18-24). El Emmanuel renovará nuestro mundo y nuestros corazones cegados por tanto pecado e indiferencia.
Podemos meditar en estos días, a la luz de la Palabra de Dios, que Dios viene a través de María, está con nosotros, comparte y ve el dolor de su pueblo; es Dios con nosotros que nos salva. Miremos a María, la Virgen Madre, de quien nos vino el Emmanuel. Ella se dejó invadir y se llenó del Espíritu Santo. Por este misterio de la encarnación, María quedó embarazada de Dios sin perder su virginidad. Todo esto gracias a su Sí de ser la esclava del Señor, a su fe, esperanza y caridad. Ella llevó siempre en su mente, corazón, afecto y voluntad al Emmanuel, nunca se separó de Él.
Finalmente, si vivimos estas cualidades y virtudes que adornan el alma de María, Dios está con nosotros y es el Emmanuel. Nada ni nadie podrá separarnos de Él. Aunque en ocasiones le damos la espalda, Él nunca nos abandona. Dios siempre estará con nosotros sino nos negamos a estar con Él. Por eso, el Adviento nos lleva a ver en la Navidad una ocasión más para sentir la necesidad de este Salvador que viene. Esta salvación nos la ofrece la gracia santificante que recibimos en la confesión sacramental y en cada Eucaristía.
Que en esta Navidad, el Niño Dios nazca en nuestra alma, en el corazón de cada persona y esté con nosotros en cada hogar, con la familia y lo comuniquemos con alegría a los demás.
¡Feliz Navidad!