Por: P. Ángel Ortiz Vélez
Nos resulta difícil hoy día conocer a Jesús y sobre todo seguirle. Nunca ha sido fácil aún para aquellos que estuvieron con Él en su tiempo; aunque comieron con Él, escucharon su mensaje y le vieron hacer milagros. Se les hizo difícil reconocerlo a pesar de que eran de su grupo y compartían con cierta familiaridad con Jesús. La prueba de esto la tenemos en el Evangelio de Marcos. Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le dijeron: 'Unos, que Juan el Bautista; otros que Elías; otros que uno de los profetas" (Mc 8, 27-28).
Jesús les hizo otra pregunta: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Pedro le contesta: 'Tú eres el Cristo' " (Mc 8, 29-30). Este es el pasaje central y más importante en el Evangelio de Marcos y en los demás evangelios sinópticos. Pedro le dice a Jesús "Tú eres el Mesías" sin embargo a los discípulos les resultó difícil reconocerlo como el Mesías esperado; más aún cuando escucharon el primer aviso de su pasión: "Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar en tres días" (Mc 8, 31). Pedro se lo llevó aparte para decirle que eso no podía pasarle. Pedro iba en la línea de un mesianismo triunfalista y político. Estaba apartado totalmente del verdadero mesianismo; por eso Jesús le responde: "¡Quítate de mi vista Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mc 8, 33).
El mesianismo de Pedro era terreno; era de mentalidad judía. El mesianismo de Cristo es diferente, no es terreno; es el de la Cruz y a su vez resulta un escándalo para la fe porque lo miran como un mesianismo de fracaso. Jesús le dijo a la gente de su tiempo y nos dice a nosotros hoy: "Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque el que quiere salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará" (Mc 8, 34-35). Si queremos conocer a Jesús y seguirle tenemos que aceptar y tomar la cruz de Cristo. Esto nos resulta duro y difícil de asimilar como seguidores de Jesús. Por eso el Evangelio es clave y central en todos los tiempos, cuánto más para nosotros los cristianos que hoy formamos el pueblo de Dios y la Iglesia de Jesús.
El Señor se hace presente para nosotros en cada Eucaristía: se nos sigue dando a conocer por medio de su Palabra y a su vez nos anuncia su Pascua (su muerte y resurrección). Es Él quien nos impulsa a seguirle, nos alimenta y nos ayuda para que lo demos a conocer a los demás en la medida que nosotros profundizamos en el misterio de quién es Él. Con valentía démoslo a conocer en nuestras acciones de fe, amor, caridad y justicia para con los demás.