Autor: P. Harry López Vázquez
Este tercer domingo de adviento se conoce como el domingo de la alegría - gaudete - porque se nos invita a estar alegres desde el comienzo de la celebración. Alegría que tiene su fuente en el hecho de la cercanía de la llegada del Señor; en el saber que Dios nos ha amado tanto que nos ha dado a su hijo (Jn 3,16); en el saber que Dios está con nosotros (Emmanuel), en que viene a salvarnos (Jesús).
Ante tan buena noticia (evangelio) la Iglesia se llena de gozo y los hijos de Dios por adopción nos sentimos agradecidos por este don que Dios nos ha hecho: el hombre no está perdido, el hombre no está extraviado, no; Dios nos ha mostrado el camino. Todos hemos sido llenados por la gracia de Dios que nos mueve y alienta a encontrar al niño que nace en Belén.
Hoy la Iglesia, como la estrella de Belén, nos ilumina, guía y muestra a Jesús en la Eucaristía, en la Palabra de Dios, en los sacramentos, en los hombres que aman a Dios, para que nos podamos encontrar con Él. Abramos los sentidos del alma y del corazón para reconocer al Señor que viene y quiere quedarse con nosotros.
¡Alégrense, sí, alégrense! Jesús está cerca de ti. Jesús viene a morar en ti. Ábrele el corazón; ábrele tu vida al Señor que viene y toda ella se llenará de paz y alegría. Él está a la puerta y llama; todo depende de ti. ¡Ábrele a Dios tu corazón! Si le abres y lo dejas entrar Él bañará tu vida de su gracia y en ti germinará una nueva vida llena de bienes espirituales que ni tu ni nadie se pueden imaginar.