Vicario Parroquia San Miguel Arcángel
En el evangelio de este domingo XXIX del Tiempo ordinario Jesús invita a sus oyentes a reconocer la autoridad política como un don de la voluntad divina. Al ser un don implica en ella unas responsabilidades y deberes ante Dios y ante los hombres. El primero de ellos el salvaguardar la dignidad humana, la convivencia pacífica, un trabajo digno, igualdad y los alimentos necesarios para vivir. Todo esto esta en favor del desarrollo de la persona humana. En cuanto a la autoridad divina implica el plan de salvación, el alimento del alma como lo son los sacramentos y los apostolados, el encuentro de Dios con los hombres y la salvación de las almas. La autoridad del Cesar y la de Dios pueden chocar. Sin embargo, el Cesar debe siempre recordar que su autoridad viene de lo alto y debe dar cuenta de ella ante quién se la otorgó.
Cuando Jesús habla de dar al Cesar lo que es del Cesar nos quiere comunicar nuestros deberes políticos y sociales. Desde el Génesis encontramos que el ser humano fue colocado en el Edén para cultivar y gobernar la Creación a imagen de su Creador (cfr. Gen 1, 28-29). Por tanto, el ser humano en su naturaleza tiene la necesidad de una vida política y social. Un cristiano no está llamado a vivir enajenado de las cuestiones sociales de su país, sino que debe con sus capacidades ser parte de la generación del cambio.
Es importante que reconozcamos de quién procede el don de la autoridad y para qué fue hecha. Quien tiene autoridad, cualquiera que sea, tendrá que rendir cuentas a Dios, porque el poder de gobernar es un don dado por el mismo Señor para preservar al ser humano de la destrucción. Una de las áreas de crisis que tenemos actualmente en nuestro país es la falta de líderes. La corrupción, fruto de la avaricia y la soberbia, ha llevado a una gran cantidad de políticos a olvidar que su poder ha sido dado no solo por Dios sino por un pueblo. Por lo que tarde o temprano deberán dar cuenta de lo que hayan hecho. Llegara el día en el que tendrán que dar a “Dios lo que es de Dios”.
Jesús nos muestra cuál debe ser la clave del poder. Cuando los apóstoles estaban a la mesa cuestionándose sobre quienes iban a tener los primeros puestos Jesús le sale al paso y le dice: “en este mundo, los reyes de los países gobiernan a sus pueblos y no los dejan hacer nada sin su permiso. Además, los jefes que gobiernan dicen a la gente: nosotros somos sus amigos, y les hacemos el bien. Pero ustedes no deberán ser como ellos. El más importante entre ustedes debe ser como el menos importante de todos; y el jefe de todos debe servir a los demás. Piensen en esto: ¿Quién es más importante: ¿el que está sentado a la mesa, o el que le sirve la comida? ¿No es cierto que se considera más importante al que está sentado a la mesa? Sin embargo, vean que yo, el Maestro, les he servido la comida a todos ustedes” (Lc 22, 24-27).
Pidamos al Señor la gracia de ser servidores y no ser servidos; de sentirnos responsables ante Dios y ante los hombres por los cargos que tenemos. Aun sea el más pequeño somos responsables pues muchos dependen de esa tarea que desempeñamos.