Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
Estamos en la Pascua y semana tras semana vamos profundizando en el Misterio Pascual. Además aprendemos cada día sobre la historia de la Iglesia primitiva a la luz del libro de los Hechos de los Apóstoles. En él encontramos las vivencias y testimonio de los discípulos de Jesús y de los primeros cristianos: cómo ellos vivían, cómo actuaban y cómo Cristo Resucitado fortaleció su fe para ser los testigos de la resurrección.
En este tercer domingo de Pascua vemos a Pedro, después de la curación de un enfermo en la Puerta Hermosa, dando testimonio de la resurrección de Cristo y haciendo un llamado a la conversión: "Arrepiéntanse entonces y conviértanse, para que todos sus pecados sean borrados" (Hch 3,19). En el Evangelio según san Lucas, Jesús vuelve a aparecerse ante sus discípulos: 'Les dijo: "Paz a ustedes". Estaban atónitos y asustados, pensando que veían a algún espíritu. Pero les dijo: "¿Por qué se asustan tanto y por qué estas dudas? Miren mis manos y mis pies". Y como en medio de tanta alegría no podían creer y seguían maravillados, les dijo: "Todo esto se lo había dicho cuando estaba todavía con ustedes. Tenía que cumplirse lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos respecto a mí. Entonces les abrió la mente para que lograran entender las escrituras' (Lc 24, 36-39, 41-45).
Estas experiencias y vivencias con Cristo Resucitado fortalecieron a los discípulos y a la primera comunidad de cristianos. Los frutos se vieron muy pronto: los milagros que hacían los apóstoles y cómo predicaban sin miedo el Evangelio en nombre de Jesús. También algo muy hermoso que los caracterizó fue el amor fraterno y la caridad; tenían las cosas en común, se preocupaban por compartir lo que tenían, se preocupaban por los demás.
En estos días el papa Francisco dijo en una de sus homilías (15 de abril de 2015 en la Casa Santa Marta): "Son tres los signos fundamentales de una comunidad animada por el Espíritu Santo: la armonía, el bien común y la paciencia". Estos signos son claves para describir la vida de la Iglesia en sus comienzos, pero también nos guían a nosotros para ser testigos de la resurrección de Cristo, por ser nosotros los discípulos de hoy. Estos tres signos son de ayuda en el testimonio que debemos dar y nos ayudan a vivir nuestra fe. Primero la armonía nos guía a aceptar las pruebas y luchas de la vida diaria a la luz del Evangelio con el amor y la unidad. El bien común es velar por el hermano y vivir con espíritu generoso compartiendo lo que tenemos y lo que podemos dar de nuestros talentos para el bien de la comunidad. La paciencia nos ayuda a discernir la forma correcta de actuar y a poder combinar la armonía y el bien común por la unidad y la caridad.
Como comunidad de creyentes debemos llevar el mensaje de Cristo Resucitado a nuestra vida cotidiana siendo personas de caridad, de armonía, amando la verdad, practicando la paciencia y sobre todo compartiendo lo poco o mucho que tenemos y velando por el bien común de la familia, de los hermanos en la fe y de los demás.