Autor: P. Harry López
Se dice que nuestra galaxia, la Vía Láctea, gira en torno a un hoyo negro; nuestro sistema solar gira en torno al sol, pero nosotros: ¿en torno a qué o a quién giramos?
Muchos giramos en torno a nosotros mismos. Muy pocas veces levantamos la mirada para ver al otro. Cuando lo hacemos, muchas veces somos incapaces de mover un dedo para ayudar al prójimo. Nos preocupamos por nuestras cosas y por nuestro tiempo; por nuestro cuerpo y nuestra salud, por lo que quiero y cómo lo quiero. Todo es para mí porque lo quiero y lo deseo.
Esto no es lo que Dios quiere para el hombre. Él nos hizo seres sociales: vivimos en sociedad y nos necesitamos unos a otros. Es por esto que el hombre debe descentrarse de sí mismo; colocar AL OTRO en el centro de su vida.
Este otro es Cristo. Sí, Él ha de ser el centro de nuestra vida; hemos de buscar lo que a Él le agrada y obrar movidos por Él.
Cuando el hombre coloca a Jesús en el centro de su vida, coloca a Dios, al Amor como centro, fuente, motor y guía de su obrar. Será esta presencia de Dios en medio del hombre lo que lo llevará a actuar bien, a no ser egoísta, a respetar al otro. Más aún: debemos reconocer no solo en nosotros la presencia de Dios, sino en el hermano necesitado. Este reconocimiento de Cristo en el que sufre nos llevará a obrar con caridad y entrega a favor del necesitado. Los santos han obrado la caridad al prójimo no como un acto de filantropía, sino como un servicio hecho al mismo Cristo presente en el hombre necesitado de ayuda.
Hay que dejar de mirarse tanto a uno mismo y mirar (reconocer) la presencia de Cristo allí donde un hombre necesita de ti y de mí. ¡Si quieres encontrar a Dios búscalo en el que te necesita!
"Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver. En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos hermanos, me lo hicieron a mí." Mt 25: 34-36, 40