Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo
Dios hace mucho con poco. Es el testimonio del Evangelio de este Domingo. Jesús multiplica los panes y los peces para saciar una multitud de hombres, mujeres y niños. Una gran gesta hermosa que nos manifiesta el misterio profundo de la Eucaristía. El gran milagro de amor por el cual vivimos, nos movemos y existimos. Como diría san Agustín “los milagros que realizó nuestro Señor Jesucristo son, en verdad, obras divinas que invitan a la mente humana a elevarse a la inteligencia de Dios por el espectáculo de las cosas visibles”. Ciertamente fue un gran espectáculo la multiplicación de los panes, el haber dado a 5, 000 hombres sin contar a mujeres y a niños. Pero como ya expresamos es manifestación de un misterio más profundo.
El misterio que nos manifiesta el milagro de la multiplicación de los panes va unido a la Eucaristía. La Eucaristía es un milagro de amor infinito que ha venido a saciar el hambre y la sed de Dios. Dios se hace comida y se da aquellos que necesitan de su gracia para atravesar el camino de la vida. La Eucaristía es vida para el alma; es Jesús que se entrega en cuerpo, sangre, alma y divinidad a nosotros. Los gestos litúrgicos de Jesús nos manifiestan la obra de santidad quiere realizar en cada uno de nosotros. San Pablo exhortaba a los Efesios a reconocer su vocación divina. Vocación que solo puede ser alimentada y fortalecida por la Eucaristía; por el pan vivo bajado del Cielo. No hay sensación más hermosa y gratificante que ser participes de la mesa celestial en la tierra.
Jesús a través de la Iglesia y del ministerio sacerdotal quiere llegar a todas las gentes. El santo cura de Ars lo decía a sus fieles: “quiere Él, para el bien de todas sus criaturas, que su cuerpo, su alma y su divinidad se hallen en todos los rincones del mundo, a fin de que podamos hallarle cuantas veces lo deseemos y así en Él hallemos toda suerte de dicha y felicidad” (Santo Cura de Ars, Sermón del Jueves Santo). Sobre el altar nunca faltará su presencia ni careceremos del alimento indispensable de su cuerpo y de su sangre. La multiplicación de los panes es el deseo de Jesús de estar en cada rincón del mundo y del alma.