Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo
El Evangelio de Jesucristo es el camino que cada hombre está llamado a caminar para que al final de la vida encuentre la bienaventuranza eterna. En efecto los primeros cristianos fueron llamados los del camino porque seguían la misma vida de Cristo. Eran peregrinos motivados por la fuerza del Espíritu; estaban constantemente en camino; iban día y noche al encuentro del Señor y de los hermanos.
El evangelista Lucas contemplaba la vida de Cristo como un camino que todo cristiano debía recorrer. Por eso en todo el evangelio de Lucas Cristo constantemente está en camino e invita a los hombres a caminar junto a él. Sin embargo, el camino del Señor es complejo. No se puede caminar solo. El camino del cristiano debe estar acompañado siempre de la presencia del Señor. De lo contrario pierde el enfoque de su andanza; pierde el sentido de su discipulado, de su misión y de su filiación divina.
Los discípulos de Emaús perdieron el sentido de su camino, de su seguimiento de Cristo. Todo quedó en una cruz. Por eso iban con angustia por el camino; su mundo se derrumbó. Pero el Señor sale a su encuentro. En medio de la tristeza los escucha y los acompaña. Luego les hace despertar: “era necesario que todo esto sucediera para que se cumplan las Escrituras”. Entonces les explicaba las Escrituras. Cuando les explica las Escrituras el camino se hizo más llevadero. Por eso los discípulos de Emaús le dicen, “quédate con nosotros porque es tarde y se hace de noche”.
Una vez en la casa sucede algo interesante: de una noche obscura pasa a ser una noche brillante. Jesús toma el pan pronuncia la acción de gracias y desaparece. Los discípulos se quedan estupefactos y reflexionan de todo aquello que se hablaba en el camino. Uno de ellos se dice, “¿no ardía nuestro corazón mientras íbamos por el camino y nos explicaba las Escrituras?” ¡Ardía nuevamente el corazón! Cuando nos dejamos acompañar por el Señor, la esperanza se renueva, los ojos se abren para una vida nueva. El punto no es el camino es el compañero de camino; es Jesucristo que nos acompaña en el andar.
Todo aquel que se deja tocar por el Señor, no queda abandonado en el camino. Es un camino de fe que se nutre de la compañía de Jesús, de la Iglesia, de la Palabra y de los sacramentos, de forma especial de su cuerpo y de su sangre. La Palabra nos hace caminar y nos motiva a seguir hasta el encuentro del Señor. La Iglesia nos explica esa esperanza y Jesús entrega su cuerpo para fortalecernos, porque sabe que el camino “supera nuestras fuerzas” (1 Re 19, 7).
Para los cristianos que celebran la Pascua, nada puede ser en absoluto como antes. Aunque en ocasiones perdamos las fuerzas, la esperanza, la fe y el amor. Jesús nos da una esperanza, aunque la incomprensión y las constantes caídas sean la orden del día, el Señor esta allí para levantarnos: “no os dejare huérfanos” (Jn 14, 18). ¿Dónde le buscamos? Conocemos el camino: la Eucaristía. Ese es el camino para encontrarnos con el Señor, lo reconocemos “al partir el pan”. El Señor viene cada día a nuestra vida por las manos del sacerdote. Desde su presencia sacramentada se hace compañero de camino, camino del cual él es su propio arquitecto.
El camino del cristiano es un constante volver a Emaús. Buscamos en ese camino siempre razones, explicaciones e incluso soluciones. Pero perdemos de vista lo esencial: aquel que va a
nuestro lado. Sigue las huellas de Cristo, sigue su andar y lo encontrarás. Te explicará las escrituras, arderá tu corazón y lo reconocerás al partir el pan.