... Jesús levantó los ojos al cielo y exclamó: "Te doy gracias, Padre porque has escuchado mi oración. Yo sé que siempre me oyes. Pero digo esto por la gente que está aquí, para que crean que Tú me has enviado". Al decir esto, gritó muy fuerte: "¡Lázaro, sal fuera!" Y salió el muerto. Tenía las manos y los pies vendados, y la cabeza cubierta con un velo, por lo que Jesús dijo: "Desátenlo y déjenlo caminar". Muchos judíos que habían ido a ver a María creyeron en Jesús cuando lo hizo. (Jn 11, 41-45)
Autor: P. Harry López
Jesús es la vida del hombre. Los que escuchan su Palabra y la ponen en práctica están llamados a una resurrección de vida eterna.
Por la obra redentora de Jesús, el hombre ha salido de las tinieblas del error y el pecado, y ha visto la luz. Gracias a la acción de Dios, hemos sido iluminados; la muerte ya no tiene dominio sobre nosotros. Tenemos que caminar y hacer las obras de la luz, pues Cristo nos sacó de la muerte del pecado, como a Lázaro, y nos ha traído a la luz de la vida de la gracia.
La resurrección de Lázaro es un ejemplo hermoso de esto. En ello Jesús llama a Lázaro: "Sal fuera". Este es el llamado que Dios hace a todo hombre: nos invita a salir de la obscuridad del pecado. El pecado - la muerte - ya no debe dominar. No. Como hijos de Dios, hemos de avanzar por la luz haciendo las obras de la luz. Es por esto que una vez Lázaro sale de la obscuridad de la muerte, hay que desatarlo y quitarle el velo.
El pecado, que le había atado las manos y los pies, ya no lo gobierna. Ahora Lázaro está llamado a hacer el bien (las manos libres) y a caminar hacia Dios, avanzar por el camino recto (los pies libres). Aunque lo más importante es que Lázaro ya no tiene un velo ante sus ojos. Ya puede ver a Jesús, ahora puede ver a Dios y avanzar hacia Él sin tropezar. Sus ojos se han abierto, puede ver. La fe se ha despertado en él.
Hoy Jesús nos llama como a Lázaro: sal de tu pecado, sal de tu estado de muerte espiritual, obra el bien, camina hacia mí...