Esto dice el Señor: "Regocíjate, yermo sediento. Que se alegre el desierto y se cubra de flores, que florezca como un campo de lirios, que se alegre y dé gritos de júbilo, porque le será dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan las manos cansadas, afiancen las rodillas vacilantes. Digan a los de corazón apocado: '¡Ánimo! No teman. He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlos'. Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará como un ciervo el cojo, y la lengua del mudo cantará. Volverán a casa los rescatados por el Señor, vendrán a Sion con cánticos de júbilo, coronados de perpetua alegría; serán su escolta el gozo y la dicha, porque la pena y la aflicción habrán terminado".
Palabra de Dios.
Este tercer domingo de adviento se le conoce como el domingo de la alegría - gaudete - porque ya vemos muy cercano el Día de Navidad. En el corazón del hombre, del cristiano, se da una excitación singular porque El Emmanuel está realmente cerca.
La tradición puertorriqueña recoge este deseo, esta cierta tensión porque el Señor está cerca y los hombres deseamos que ese día llegue pronto, en la celebración de las Misas de Aguinaldo. En Navidad celebramos el nacimiento del Sol que Nace de lo Alto. Es Cristo, la Nueva Aurora, que vence a la obscuridad de nuestra vida, del pecado. Por ésto el puertorriqueño, como el que está en vela esperando que su Señor vuelva, sale muy temprano a encontrarse con Él.
Las Misas de Aguinaldo recogen el deseo de los puertorriqueños por ver el Salvador. Nos levantamos temprano, antes que salga el sol, para recibir a Jesús en la Eucaristía; para que vea nuestro deseo de estar con Él. Cantamos música propia de nuestra tradición cristiana popular para manifestar nuestra alegría.
¡Levántate boricua, despierta que tu Señor viene y quiere nacer en ti!